El único hermano de Paúl es el periodista Carlos Javier Moreno Camacho, quien emigró a Madrid, desde donde viajó para reunirse con sus padres al conocer la infausta noticia.
–Cuando hablé en el entierro de mi hermano –evocó Carlos Moreno- dije algo que ahora sostengo y que interpretaba el sentimiento de nuestros padres: “Que la sangre de Paúl sirva para fertilizar el nuevo suelo de la Venezuela que debe renacer”.
Antes de que transcurrieran dos semanas de aquel día en que una camioneta atravesó una barricada y embistió a Paul cuando se tomaba un descanso sentado en el borde de la carretera, su familia decidió registrar una ONG: la Asociación Civil Dr. Paúl Moreno Camacho y su vertiente internacional, Paúl Venezuela “como una iniciativa de alianzas para la cooperación y desarrollo en áreas profundamente deprimidas producto de la crisis humanitaria, económica y social en Venezuela”, tal como dice en su página web, página web: www.paulvenezuela.org.
–Teníamos –dice Carlos Moreno, presidente de la ONG- que hacer algo por la memoria de Paúl y porque su trabajo, su sueño, no terminaran con su muerte. Y queríamos darle algún sentido a nuestro dolor, a nuestra terrible pérdida.
El abuelo de Carlos y Paul es Luis «Lucho» Moreno, campeón de Venezuela en Esgrima, periodista y dirigente deportivo. También el padre de los jóvenes, Germán Arturo Moreno Medina, es maestro de ese deporte, en el que formó a sus dos hijos. De hecho, a los diez años de edad. Paúl fue Campeón Nacional de Florete en la categoría infantil y luego repitió en cadete. “Era zurdo”, precisa su hermano, “lo que lo hacía complicado a la hora del combate”.
También había sido miembro de los Scouts de Venezuela y era un músico muy completo. “Formidable percusionista, virtuoso con el timbal, las congas, la tambora de nuestra gaita zuliana y la caja flamenca”.
El pasado 14 de octubre, la Fundación Paúl Moreno llevó a cabo su primera actividad, en la comunidad de San Jacinto, Maracaibo, donde vivió toda la vida el joven. Allí tuvo lugar la primera jornada médica gratuita de la Fundación, en alianza con la Cruz Verde, la Organización Primeros Auxilios Luz, donde Paúl había trabajado como voluntario. Casi 300 personas fueron atendidas en consultas de cardiología, traumatología, pediatría, nutrición, oftalmología, neurología y cirugía pediátrica.
Era la prueba de que los padres y el hermano de Paúl habían logrado convertir la tragedia en un emprendimiento social que está llevando apoyo y atención médica a venezolanos en el peor momento de toda la historia del país.
–Ese día, él trató de proteger a dos de sus compañeras de Primeros Auxilios LUZ –explica Carlos Javier Moreno (37), por teléfono desde Madrid-. Al parecer, estaban sentados descansando en la isla de la avenida. Vieron venir el vehículo a toda velocidad. Él se levantó con los brazos abiertos, en señal de que debía detenerse, pero la camioneta se lo llevó por delante. Le pasó por encima y lo arrastró.
Al preguntarle qué ha aprendido en los seis meses transcurridos de la muerte de Paúl, nacido cuando él tenía 13 años, de manera que tuvo siempre con su hermano un vínculo de protección y ternura, Carlos responde: “Que cuando las voluntades nacen de un profundo dolor, pero se soportan en un espíritu de bondad, transforman mundos y logran progresos maravillosos. Eso es lo que nos proponemos con la Fundación que lleva su nombre”.
–Cuando regresé a Madrid, -confiesa Carlos Moreno- tras el amargo y breve regreso a Venezuela para enterrar a mi hermano, mamá decidió que me trajera su casco de Cruz Verde [prenda protectora blanca que lleva pintada una cruz de ese color] y la bandera de Venezuela que él tenía en el momento que murió, y con la que sus compañeros trataron de contenerle la sangre que brotaba sin parar de su cabeza. Yo sabía que la bandera de Venezuela me iba a acompañar siempre, donde estuviera. Lo que jamás pensé es que estaría impregnada de la sangre de Paul, ni que sería un símbolo de amor y de entrega.
Un mes después de la muerte del joven, la Avenida Fuerzas Armadas, donde se encontraba en la ocasión fatídica de ser víctima mortal de la violencia, ahora se llama Paul René Moreno Camacho. Y ya la gente empieza a decir este nombre cuando da una dirección.
Milagros Socorro, Maracaibo – Venezuela